El alarmismo en cualquier tema tiene una faceta positiva: el exagerar las situaciones de riesgo alarma a la población, y esto obliga a una respuesta al respecto de quien tiene la autoridad para hacerlo.
Sin embargo, cuando el alarmismo no está debidamente sustentado, esta faceta positiva desaparece, para simplemente angustiar innecesariamente a la población.
Tal es el caso del alarmismo climático, que ya se ha vuelto un enorme negocio para la prensa, ante los ojos complacientes y aprobatorios del IPCC, en su insistente búsqueda de fondos para sobrevivir.
Con el alarmismo climático ya hemos caído en el cuento de «ahí viene el lobo«, bestia que -en este caso particular- sigue y seguirá sin asomar.
El costo humano de este alarmismo a llevado a quien se lo traga a muchas acciones absurdas:
· Angustia permanente de mucha gente
· Movilizaciones populares sin sentido
· No querer tener hijos
· Abortos provocados
· Atentados terroristas
· Suicidios (individuales y familiares)
En otra publicación en este blog, se presenta el enorme diseño gráfico con que los artistas alarmistas han «enriquecido» la angustia popular (GALERÍA DE ARTE DEL CALENTAMIENTO GLOBAL)
VIDEO: GALERÍA DE ARTE DEL CALENTAMIENTO GLOBAL